Lo que tengo claro es que cuando hay un alumno/a con sospecha de presentar el citado o presunto déficit (vamos a tener que darle ahora el beneficio de la duda), los padres y tutores necesitan ayuda. Y en esos casos no sirven diferencias de criterio, de terminología o resultados de investigaciones o estudios divergentes. A nuestro nivel, el del día a día, se necesitan soluciones para que el niño o niña aproveche los aprendizajes que se imparten en el aula, y disfrute de una relación satisfactoria con su entorno. He conocidos casos en los que la medicación ha sido muy positiva, mientras que en otros no, o se ha tardado mucho tiempo en averiguar la dosis adecuada, por lo que las dudas me acechan.
Quizás la solución pase por modificar la metodología, en unos casos, mientras que en otros sea necesario una determinada medicación, y que conste que no me gusta ni medicar ni medicarme más que en los casos extrictamente necesarios. O que necesitemos un protocolo común de respuesta en modificación de esa conducta. Pero claro, solo soy una simple maestra divagando sobre diatribas de las que seguramente no conozco todo lo necesario, pero que observa e intenta superar el día a día.
